Se refiere en una actitud de respeto y humildad frente al niño, basada en lo que María Montessori llama: Educación Cósmica.
Ella se asombra ante La Creación, considera a cada ser vivo y cada ser inmediato como un participante que aporta al Cosmos, visto como un Universo ordenado e interactuante.
El niño cumple una misión en la gran armonía, diferente a la del adulto. Ella invita a acompañar al niño en su camino, ir descubriendo y a maravillarse con un gozo día a día.